lunes, 24 de octubre de 2011

ROBERTO PEREGRINO SALCEDO

Por Eduardo Giorlandini*

El 25 de agosto de 2000 falleció en la Capital Federal, a los 72 años de edad. Había comenzado su trabajo de periodista deportivo, profesionalmente, en la década de 1950; se destacó como autor de radioteatro; como tal escribió obras representadas por artistas de primer orden, en la ciudad de Buenos Aires. 
Fue también libretista radial y durante 17 años escribió los libretos de  Minguito Tinguitella, uno de los personajes más simpáticos y reconocidos del cine, la radio y la televisión, en la Argentina, actuado por el actor cómico Juan Carlos Altavista y creado por Juan Carlos Chiappe. 
Aquí se manifiesta la inclinación, del periodista y escritor, por una franja idiomática que, al tratarse de habla popular –para decirlo con todas las letras, el lunfardo- está nutrida de pintoresquismo, colorido y afectividad y que, por tratarse de un ser humano rico en sentimentalidad y sensibilidad, le venía como Dios manda. 
De formación cristiana y católica,  hizo ostensible su vocación de servicio solidario, colaborando en el quehacer del padre Julio César Grassi, en la Fundación Felices los Niños. Esta tarea lo inspiró para escribir uno de sus grandes libros, Los pibes de la yeca.
Ante la adversidad, que desestabiliza psicológicamente a todo ser normal, recuperó su armonía con la  vida, su equilibrio interior y su entonamiento con su circunstancia, gracias a la Fe. 
Roberto Peregrino Salcedo gustaba del vocabulario popular y, para más señas, el lunfardo actual y corriente, el de la calle, el porteño, ese segmento del espíritu del pueblo, que  surgía con fluidez y espontaneidad, en su mesa de trabajo cotidiano, en el estudio de la emisora o en cualquier sitio, con la dinámica del momento, la plenitud de la circunstancia humana y con humildad notable, al afirmar: “La idea no era mía sino de Dios, que sigue pidiendo obreros para llevar la  semilla de la Palabra por cuanto medio de expresión exista, en todos los idiomas y dialectos: caló, lunfardo, chino o guaraní”. 
Así, puso en boca de Jesucristo una sublengua: el lunfardo. Nosotros, por nuestra parte, aproximadamente treinta años atrás, habíamos respondido, en un reportaje publicado por “La Nueva  Provincia”, que Jesucristo hablaba en un “lenguaje”  popular, equivalente al lunfardo nuestro y además con palabras jergales propias de los ambientes de trabajo; en parte, el arameo respondía a tales cimientos. 
Algo similar había producido Francisco H. Orellano, con su libro Evangelio según “San Fierro”, pocos años después que Paulo VI dijera, al clausurar el Sínodo Romano: “Abrir en el mundo nuevos caminos para el anuncio del Evangelio”. “Me debo a todos, pero en especial a los humildes, porque de ellos es el reino de los cielos”, había dicho el apóstol Pablo. 
Veamos algunas referencias tomadas de las obras de Roberto Peregrino Salcedo, para caracterizar con más detalles y amplitud su personalidad singular. 
En  Jesús chamuyaba en parábolas interpreta y “traduce” las enseñanzas del Hijo de Dios; Faruk lo prologó  con una definición: “La sonrisa del Evangelio” e ilustró la tapa, con un colorido dibujo, en el que Jesús está sentado en una silla rústica, “de paja”, con su “funyi”, su traje, su lengue con iniciales (J.C.), tocando el fueye sobre  las piernas, talompete mediante (paño o trapo que usan los  bandoneonistas); otro dato –y no es para polemizar-: Jesús tiene barba, bigotes y cabellos largos. Allí escribió: 

“Jesús nos enseña cómo se le tira la manga a su papá (Mateo, 5, 5-15), aconsejando: “Cuando vo recés, encanutate en tu bulín, cerrá la tapuer y rezale a tu Padre que juna todo tu secretos, y por eso mismo, que ve tu secretos, te va a premiar”. 

Por los milagros que hizo y sigue haciendo Jesucristo fue creado el libro  Jesús, el dotor que cura de palabra, que tiene las mismas características que el anterior, pero el dibujo de Faruk (Jorge Palacio) lo presenta con la personalidad propia de un italiano organillero. En las dos obras citadas, las dedicatorias son para sus hijos; en las siguientes, a sus nietos y su esposa  Alcira del Carmen, “querida y dulce”, “que siempre me espera vestida de ternura”. En este segundo libro  comienza, al escribir sobre la curación de un sordomudo (Mc. 7, 31-37): 

“Olivándose de la región de Tiro, bate el  evangelio, Jesús pasó  por Sidón y  pegando una 
vuelta al lago de Galilea, llegó al territorio de Decápoli”. 

Ni verso ni sanata. Los discursos de Jesús, es otro título; en la ilustración, es un caniyita que vende y vocea “La Buena Nueva”. Explica: 

“No sé si será ´pecado´ escribir el evangelio en lunfa, pero sentí la necesidá de pungarle a la Biblia, un cacho del chamuyo de Dios, como lo hubiera hecho Robinjú pa´darle a los zaparrastrosos, a los má sedientos y muertos de hambre las riquezas de la palabra de Jesús”. 

Lo cierto es que, por lo que sé, los libros y noticias de ellos circulaban en no pocos ámbitos, particularmente católicos, y creo que nunca se entendió que se trataba de un pecado, por el contrario. 
Finalmente, en el cuarto libro de esta temática, el Evangelio en lunfardo, es Sangre de Cristo, escabio de vida, la ilustración se refiere a “La Última Cena”, lunfarda, tanguista y gardeliana, con una fotografía clásica de El Morocho del Abasto, en  la pared. Uno de sus capítulos se 
intitula “No Tenés por qué Jurar al Bardo” y expresa: 

“Ahora yo les digo: 
¡No juren nunca!, y mucho meno juren por Dios, porque no se puede cachar el nombre del Padre pal churrete. Digan sí cuando es sí, digan no cuando es no, y chau pinela. Porque cualquier otra cosa que vos le enganchés a ese compromiso tuyo, es regalo del demonio que te quiere hacer pisar el palito”. 

Roberto, que se calificó como “linyera por vocación, escritor por necesidá”, se justificó escribiendo:  “Debe ser por eso que a mí, el Flaco Jesús, me lo dicta al evangelio con una sonrisa gardeliana y en lunfardo”.

*Miembro académico en las Academias Porteña del Lunfardo y Argentina de Artes y 
Ciencias de la Comunicación; profesor titular en la UNS, la UTN e Instituto Superior 
Juan XXIII, de Bahía Blanca.



Oración a "San Minguito"
Roberto Peregrino Salcedo


                         San Minguito del rioba, que atorrás en el cielo
y estás cerca del Flaco como una estrella más,
mangálo al buen Jesús.
Decíle que hay enfermos que esperamos alivio,
y pibes en la yeca mangando para el pan.
El sabe que no vive quien vive prisionero
del alcohol y las drogas y no puede zafar.
Batíle cómo sufren los que mueren de SIDA;
mangále una caricia,
su mano sanadora los va a poder curar.
Hacéle un buen pechazo
por los presos sin juicio, proceso, ni condena;
la noche en la gayola
si la justicia es fiaca, es verduga brutal.
Por nuestros laburantes, por los desocupados,
también los jubilados, que les corte el ayuno...
porque ya no dan más,
Pedíle por las almas de los crucificados en las islas Malvinas...
y aquellas treinta lucas de desaparecidos,
para que "Nunca más".
El Flaco a vos te escucha, te da toda la bola,
porque fuiste en el rioba un Jesucristo pobre,
millonario en amigos magnates del amor.
Jesús que todo sabe, no sabe decir "no".
Por eso al escucharte, se va a calzar tu funyi,
y su mamá tu echarpe como si fuera un chal.
Y al oir tu pedido, al estilo Minguito
el Flaco y su viejita, batirán
¡Sí señó !


PD. Saludos a Cantinflas, a Luisito Sandrini, al Gran Mario Fortuna, al Dringue y a Niní; al Negro Alberto Olmedo, Fidel Pintos, a Biondi, Tato Bores, Chaplín. A ellos como a vos, les alcanzó el respeto y les sobró talento para hacerme reír.


No hay comentarios:

Publicar un comentario