domingo, 19 de diciembre de 2010

ASÍ HABLÓ EL LIBERTADOR


Cuando siendo un infante lo llevaron a España
moró en ese país y asumió su exuberante idioma,
con su ritmo, sus modismos y esa mágica guitarra
que tocó ya muy mozo con sencillez asaz sonora.

Y llegó a la Argentina para la gran hazaña,
trató con el pueblo desde que el sol asoma
y, con él, la voz de libertad en ese idioma
que es el de la gente de ébano, india y criolla.

También en esto otro lo presentó la historia,
muy alejado de la ilustración de Rivadavia.
Más, las melodías populares y la pose sin rabia
lo acercaron con pasión al destino de la gloria.

Qué importa si en un bando incitó a luchar sin ropa.
Qué interesan los vocablos cuando vale la memoria
de una palabra gruesa, expresiva, o alguna palabrota
que marcó con los hechos al godo, al maturrango.

Y dijo los dichos de andaluces y gitanos, briosos,
junto a los propios de la región del patrio suelo,
parió las voces del trabajo, de la ciudad y el campo
y ante Simón Bolívar no alteró ese lenguaje claro:

¡Pellejerías, sí! No fue por cierto un arrebato
el no querer a los reyunos. Tampoco a los macetas,
ni siquiera la intención de fundar el lunfardo,
pero fue llama la pasión por la Nación. ¡De veras!.

Y pelear según proclama, y aunque sea en pelotas,
gritar con un carajo como ante la emboscada Sucre;

porque el valor, la fe y el empeño por el cual vino

explican el habla popular que ancestralmente brota.


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