domingo, 10 de octubre de 2010

EL VIEJO ALMACÉN

CHAMUYANDO- Eduardo Giorlandini

Un edificio y lo que contuvo, material y humanamente en el tiempo, es suficiente para conocer la historia de cierta parcela de la humanidad. Aparenta ser un simple objeto, frío e inmóvil, o acaso una cosa o circunstancia de infra-historia, pero sin embargo aprehendiendo su pasado -que no es otra substancia que la realidad- hallamos los diversos significados y trascendencia que lo distinguieron en el andar de los años.
En tal itinerario están presentes hechos y comportamientos; idiosincracias y culturas; grandezas y miserias, en escalas distintas; sentimientos y afectividades, con las cargas de valores y desvalores, y, en fin, los modos de ser y de no ser.

Una esquina de barrio
Una esquina de barrio viejo, allá en el tiempo, en San Telmo... Antes de ser almacén había sido hospital, luego -imprecisamente- aguantadero de malevos, después prostíbulo y más tarde conventillo, con un bar al frente -con estaño y mesitas-. En unos años más se convierte en almacén, donde además de bebidas alcohólicas se vendían mercaderías diversas a vecinos y marineros argentinos y extranjeros, antes de zarpar los barcos. Un paso más, temporal por cierto, y aparece el restorán ruso “El Volga”.
Cuando Edmundo Leonel Rivero conoce el edificio queda cautivado, por su ubicación, su estructura y sus antecedentes. Al elegir el nombre para el local tanguero se acordó del viejo almacén del tango, de Juan A. Caruso (letra) y Francisco y Rafael Canaro (música), “Sentimiento Gaucho”, donde según Pirincho, Francisco Canaro, iban los que tenían perdida la fe y lo que se anotó en los primeros versos de Caruso:
  
“En un viejo almacén del Paseo Colón
donde van los que tienen perdida la fe”.

Tal almacén habría existido, dentro de la Recova del Paseo Colón. Funcionó a pocos metros del edificio de Independencia y Balcarce, donde comenzó a existir “El Viejo Almacén”, creado por Rivero, el 9 de mayo de 1969. En el debut actuaron el mismo Leonel, acompañado de guitarras, Carlos García y su orquesta, María Cristina Laurenz y Ciriaco Ortiz.

Institución cultural
En la letra del tango “Aquel Viejo Almacén”, por alusión a la entidad creada por el cantante, de autoría de Juanca Tavera (música de Rivero), escuchamos (o leemos):
  
“Fue una esquina mimada,
paredón sin ochava,
recalada de amigos,
de bohemios y tours”.

Pero fue mucho, mucho más que eso. Por el local (poco dice este vocablo a secas) pasaron los más notables artistas del tango, presidentes de países, artistas de fama mundial como Vittorio Gasman, Marcelo Mastroiani, José Ferrer, por nombrar algunos; escritores como Ernesto Sábato y Mario Vargas Llosa; el Premio Nobel Luis Federico Leloir... A pedido del Rey de España Juan Carlos cantó “Sur” y a solicitud de la Reina Sofía interpretó “Cambalache”.
“El Viejo Almacén” fue designado oficialmente “Patrimonio cultural de Buenos Aires”, pues, además de lo puntualizado, promovió actividades diversas, como el ciclo de Poesía Abierta, durante diez años; fue escenario de presentación de libros y discos, en varios géneros, y de reuniones de instituciones, como la “Academia Porteña de Lunfardo”. Asimismo, fue el ámbito de funciones de teatro leído; visitas, guiadas por el propio Rivero, de estudiantes secundarios y universitarios, así como escolares. Anualmente, “El Viejo Almacén” otorgaba distinciones a personas destacadas en la ciencia y en la cultura en general.
Sin perjuicio del reconocimiento permanente, hoy subsistente, lo tuvo igualmente de la Empresa Nacional de Correos y Telecomunicaciones, al emitir un sello postal alusivo a la institución, porque la consideró como “símbolo de la cultura nacional”.
Es decir, una actividad que supera el mensaje de la letra del tango “Aquel Viejo Almacén”: 

“Con la magia encendida
de su fe trasnochada
alumbrada de tangos
a la vera del sur”.

El día que se marchó la piqueta
“El Viejo Almacén” sufrió algunos embates: amenaza de demolición, reducción de un costado del edificio sobre la calle Independencia, intentos de desalojo a causa del “progreso” y, finalmente, la quiebra. Pero, en definitiva, como expresa la poesía de aquel tango:

“Se marchó la piqueta,
no entendió tu presencia,
no perdona el progreso
con su espada de luz.
Pero donde a Balcarce
la cruza Independencia
brotan duendes de tangos
con los brazos en cruz”.

Sin perjuicio de todo ello, la sola estructura del edificio y la totalidad de él, con sus accesorios, era Historia, parte del patrimonio cultural de Buenos Aires.
Se trataba de una gran casa colonial. La puerta de entrada estaba y continúa así sobre la calle Balcarce, flanqueada por dos ventanas con rejas: una sobre Balcarce y la otra sobre Independencia. En la parte posterior, mirando hacia arriba, sobre la puerta, y sobre las ventanas, sendos faroles. Arriba también y a un costado de la entrada la leyenda de hechura antigua: “Almacén”. A un costado, sobre Independencia había una puerta pequeña (del tiempo de ñaupa), que obligaba a agacharse al entrar o salir. “Para el espiante de grilo”, me dijo Rivero una noche, en chiste, que traducido al lenguaje general argentino significa “el escape de costado”.
A pesar de los embates el cantor llegó a cantar los versos de Juanca:

“Y aún estás aquí,
peleando por vivir.
Que empiece la función,
el piano y el violín,
que siempre está de pie
donde hay un corazón
con alma de farol,
Viejo Almacén”.

En Buenos Aires, como en las grandes ciudades argentinas, se tiran abajo edificios para ensanchar calles y vías y agilizar el tránsito. Esto, seguramente, lastima sentimientos, y a la gente sensible les queda el recuerdo de las fotografías y vivencias, a más de los recortes de diarios y revistas. Por todo eso Tavera expresó:

“Allí estás con las alas
lastimadas de tiempo,
tu destino de tangos,
tu final de gorrión.
soportando la dura
realidad de cemento
que no llora, no ríe,
que no pide perdón.
Vámonos de este tiempo
que llegó la gran vía
con su traje de día
y el apuro en la piel”.

Sentimientos y cuentas
Las pasiones empujan o motivan, pero son incompatibles con las cuentas y la economía, no pocas veces. Un día, hace aproximadamente cinco años, “El Viejo Almacén” cerró sus puertas por quiebra comercial. Jorge y Edmundo Leonel Rivero, “Muni” (hijos), hicieron una conferencia de prensa en el local de “Taconeando”, de Beba Bidart, para explicar las causas del cierre. Edmundo Leonel Rivero, fundador de “El Viejo Almacén” había fallecido el 18 de enero de 1986.
El 8 de mayo de 1994, en memoración de su fundación, se realizó un festival artístico en la puerta del local. Así se celebraron los veinticinco años de “El Viejo Almacén”. Prticiparon, entre otros, 
Rubén Juárez, Néstor Fabián, Reinaldo Martín, Enzo Valentino, Nelly Vázquez y numerosos conjuntos musicales, ante aproximadamente 700 personas.
A diez años de la muerte de Edmundo se reabrió. El alma mater de la reapertura fue Luis Veiga, entonces presidente del Club Argentino Juniors. Sucedió a fines de enero de 1996, cuando Madona en Buenos Aires comenzaba sus clases de tango para el rodaje de la película en que encarnaba a María Eva Duarte de Perón. En la reapertura fue ovacionada Alba Solís. Hacia marzo de 1996 se separan de la sociedad los Rivero y hoy “El Viejo Almacén” pertenece a “Veiga Producciones S.A.” Pero nunca igualó el esplendor de la institución, en los tiempos del cantor. Quedan los recuerdos. Y, como una premonición del poeta, podemos escuchar y reafirmar con certeza:

“Vámonos al recuerdo
que vive todavía,
el calor, la poesía,
de aquel Viejo Almacén”.

De ese viejo almacén en el barrio de San Telmo, allí donde existen casas y todavía puertas y ventanas centenarias. Barrio que fue de morenos y de mazorqueros. Barrio que, como lo recordó Felipe Yofre, motivó a tomás García, en su “Canto a San Telmo”:

“Me acerco a Balcarce, corazón del alto,
donde existen puertas centenarias con fuertes aldabas
y tejas rojizas que ofician de manto”.

N.B. El tango “El Viejo Almacén” fue grabado por Edmundo Rivero en el disco titulado “Edmundo Rivero”, en 1981, con la dirección orquestal de Osvaldo Tarantino.

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